lunes, 29 de julio de 2013

Aclaración (in)necesaria 3: El agnóstico que era



Yo, como muchos otros de los ateos en el mundo, antes de reconocerme como tal me autodenominaba agnóstico. Esto suele suceder porque en el proceso de exploración se suele abordar la pregunta de la presunta existencia de un ser x que de alguna manera infiera sobre nuestra existencia y la del universo en general. Esta actitud es motivada sobretodo por la imposibilidad de negar inexistencias y por mantener una postura abierta frente a las reflexiones de los demás, sin embargo, no significaba que los dioses típicos de los humanos tuvieran una probabilidad alta de ser verdaderos, empezando porque se anulan entre ellos mismos.

Esto lo aclaro porque alguna vez me insinuaron que al considerarme agnóstico,  le debía dar un chance del 50% a la existencia del dios judeocristiano, y pues obvio no, no se lo merece. Me parece que la antropología y la historia dan herramientas suficientes como para afirmar la alta improbabilidad de la existencia de tanta deidad promulgada, sean estas locales o pretendidamente universales, de hecho, esta multiplicidad debería señalar su probable falsedad, pero en vez de esto, por una extraña inversión de la lógica, hace creer a algunos que "algo así debe existir". 

Ahora, dirán que un ser con particularidades similares a sus parodias terrícolas y con una conciencia que brota de la nada , aún podría existir. Y sí, podría, como "podría" hacerlo cualquier personaje de ficción, y eso es innegable. Pero a pesar de esto, me parece pragmático e inteligente, ante la abrumadora ausencia de evidencia y la infinita cantidad de pruebas de fraudes y estafas descaradas, fijar nuestra atención en metas más sensatas y útiles, en vez de preocuparnos tanto por una "explicación" que nada explica, por otra "vuelta del bobo".