domingo, 23 de febrero de 2014

Lo que se puede criticar

Desde hace poco más de una semana, la situación política en Venezuela parece agudizarse y poco a poco los medios nacionales, tanto los grandes como los pequeños, y los impresos como virtuales, empezaron a ocuparse, a su manera, del asunto. Mientras tanto, muchos empezamos a hablar con más frecuencia del tema y empezaron a surgir todo tipo de opiniones, unas más predecibles que otras, unas más fundamentadas que otras, unas más verosímiles que otras.

Una de las posturas que más llamó mi atención, fue la de aquellos que sostienen que los colombianos, al vivir en este país complejo y problemático, no tenemos el "derecho" o la "autoridad moral" para opinar sobre lo que pase en Venezuela. Independientemente de si en realidad se está llevando a cabo un golpe de estado o si los disidentes venezolanos están protestando con razón, quiero criticar esta postura basado en los siguientes argumentos:

1. El derecho, o autoridad moral para criticar las actuaciones políticas de individuos o gobiernos, lo tenemos los individuos, no los países. Desde que consideremos que tengamos toda la información disponible y que nos parezca interesante, importante o deseable opinar sobre algo, tenemos el derecho de hacerlo, y desde que nuestras respectivas historias de vida no nos desautoricen moralmente, tenemos también la autoridad para hacerlo. Solo a los partidos y a los grupos de fanáticos les gusta opinar en bloque y algunos, de hecho, se ven en aprietos cuando pertenecen a estos grupos y estos parecen opinar por él. Lo anterior le pasó, por ejemplo, al excelente candidato al Senado Rodolfo Arango, que ante el comunicado de su partido, el Polo democrático, por la situación en Venezuela, se vio de inmediato abordado por algunos de sus seguidores (entre esos yo), para que aclarara si su posición sobre el tema era igual a la que expresaba el comunicado. A lo que él respondió tajantemente que no, en correspondencia con sus críticas al oficialismo venezolano, que evidentemente ha cometido errores y excesos.




Foto: Patriotismo de las fronteras para afuera.2. Los individuos que sostienen que no se puede opinar sobre Venezuela al vivir en un país como este, curiosamente, suelen tener una opinión favorable sobre el proceso presuntamente revolucionario del vecino país. Lo que da visos claros, de que el problema, no es que se opine o no sobre los problemas de al lado, sino que estas opiniones no estén de acuerdo con las suyas. Lo que es aún más claro con su exacerbada y muchas veces justa protesta por lo que pasa en otros países diferentes al nuestro. ¿Cómo así que uno no puede criticar lo que pasa en otros países por vivir en Colombia? ¿Y cuándo criticamos a los gringos, a los nazis o a los israelíes qué? ¿Ahí sí? Esto parece un caso sintomático de mamertismo, de obediencia a las ideologías y de incapacidad para criticar los errores de las ideas que defendemos.



3. Hay que aceptar que es absolutamente reprochable que tipos como Pacho Santos se atrevan a celebrar las protestas venezolanas y hayan actuado como han actuado con los problemas colombianos. Lo mismo vale para aquellos medios nacionales que han tenido un despliegue desproporcionado con la actual coyuntura del país vecino, pero tuvieron tan pocas palabras para las marchas recientes en Bogotá y/o en Boyacá y los otros departamentos del paro agrario. Pero que esto sea cierto, no significa que todos los ciudadanos sean iguales a Pacho Santos, ni que todos alimentemos nuestras opiniones siguiendo ciegamente la línea editorial de RCN. Estos parecen conocer a todas las personas, y saber exactamente qué critican y que no, qué piensan sobre Colombia y el mundo entero, qué posiciones defienden, pero la verdad es que no tienen ni idea y solo están suponiendo eso por conveniencia ideológica.



4. Gran parte de la discusión se ha centrado en una comparación algo fútil: ¿qué país es más democrático que el otro? Al respecto, opino que evidentemente ningún país es totalmente democrático, que todos los que se han declarado como tal tienen fisuras y fallas, huecos y errores, aprovechados y maniáticos, pero esto sucede porque la democracia es un fin y tenerla como referencia siempre será mejor que no tener nada, así como tener la constitución de 1991 (que ya sabemos no es perfecta ni se cumple a cabalidad) es mejor que tener la de 1886. Así que, aceptando que Colombia como todos los países también tiene infinidad de problemas, algunos de ellos bastante graves, no veo el problema en que alguien critique aquello que le parece reprochable de cualquier otro país o gobierno, sin importar su corriente ideológica. Pues tiene serias fallas en su democracia tanto un país en que su presidente es chuzado, su ejército planea crear mafias contra la justicia y se atenta contra dos candidatos presidenciales, como aquel en donde el presidente dicta una orden de captura y la ejecuta el presidente de la Asamblea de Diputados, donde todos los disidentes son tratados como "fascistas" y donde los civiles están tan polarizados que han sido armados por sus propios líderes. Esto, sin embargo, no nos debería hacer pensar en retroceder, sino en buscar maneras en qué la democracia sea cada vez más deseable y posible.







domingo, 2 de febrero de 2014

Conclusiones apresuradas

Cada vez estamos más cerca de las elecciones, tanto las del Congreso, que serán el domingo 9 de marzo, como las presidenciales que serán el 25 de mayo, y cada vez este tema llena más las redes sociales, la televisión y las páginas de los periódicos, así como las ciudades con vallas y afiches de uno que otro partido (adivine cuáles) y las universidades con carteles de uno que otro partido (adivine cuáles). Y así como aumenta la publicidad, también crece el número y el fervor de los defensores de las ideas que en esos días se pondrán sobre la mesa. Unos defienden  a los suyos pensando en contratos, desde los más grandes hasta los más pequeños, otros, por su ideología o principios, otros, porque es cosa de toda la vida. Otros no defienden a nadie, y los atacan a todos, olvidando el daño que hace la generalización sin fundamento, que es casi igual al de la credulidad de las ovejas. Entre las ideas que se estarán enfrentando, ha tomado fuerza (aunque últimamente esta siendo más criticada, y fue criticada desde el inicio por algunos) la de el voto en blanco, idea que tiene como fundamento una variedad de argumentos y que de llevarse a cabo, tendría algunas buenas, pero también algunas malas consecuencias, cuestión que depende de si triunfa en las elecciones al congreso o en las presidenciales. A mí manera de ver, son mucho más perjudiciales para el futuro del país las consecuencias de su triunfo en las legislativas que en las presidenciales, ya que como se explica en este video y en el enlace anterior, los grandes perjudicados serían los partidos minoritarios que son a su vez los que realizan, relativamente, el papel de la oposición. Mientras tanto, los partidos tradicionales y los del actual presidente y ex presidente, con sus gigantescas maquinarias electorales, no tendrían problema en generar nuevas listas y quedarse con los puestos de un congreso, que como varios analistas han coincidido, es clave para el futuro del país.

Independientemente del futuro de esta iniciativa en las urnas, hay un argumento de muchos de sus defensores que he venido criticando, y es el típico "todos los candidatos son iguales". Y lo critico, insisto, no porque la opción del voto en blanco no me parezca respetable, sino porque como he podido evidenciar muchos de los que hoy lo defienden no conocen a muchos de los candidatos, y por tanto, no tienen argumentos para juzgarlos. Por el lado del congreso, es cierto que hay una buena cantidad de políticos despreciables y perversos, algunos de los cuales, como el inevitable Roberto Gerlein, viene ocupando una silla desde hace décadas solo gracias a la fuerza de su electorado de costumbre en el Caribe colombiano, y no gracias a la fuerza de sus ideas (que no la tienen), como debería ser. Él , claro, no es el único, y algunos otros como Carlos Enrique Soto , y muchos de los del Partido de la U, Conservador, PIN y los demás, también se han venido acostumbrando a su puesto y a sus ventajas. Claro que el problema no es que repitan, el problema es que no hacen nada bueno y repiten. Está, para ejemplificar esto, Jorge Robledo, que también aspira a reelegirse pero que ha hecho muchísimo más por el país que  los antes mencionados. Cuando miramos más detalladamente, encontramos que algunos de los candidatos se diferencian, y bastante, del político tradicional que muchos criticamos. ¿Son lo mismo Antonio Navarro o Claudia López y Álvaro Uribe, son lo mismo Carlos Lozano y Jose Darío Salazar, son lo mismo Ángela Robledo o Angeliza Lozano y Paloma Valencia o Jose Obdulio Gaviria? O para ponerlo incluso dentro del mismo partido (conservador en este caso) ¿Son lo mismo Juan Mario Laserna o Daniel Raisbeck y el homofóbico Gerlein o Jorge Pedraza? ¿Es igual de despistado Rodolfo Arango a Juan Carlos Vélez? ¿ Da igual Alberto Castilla o Iván Cepeda, que Hernán Andrade o Roy Barreras? ¿Seguros?

En estas elecciones, además, muchos sectores poco representados en esa instancia, tienen la oportunidad de hacer oír un poco más su voz. El Polo Democrático y la Alianza Verde, recogen buena parte de lo que los colombianos indignados de los años recientes han venido pidiendo. El Partido Liberal, por su parte, también tiene en su lista a algunas caras importantes que podrían rescatar un poco su alicaído nombre. Los animalistas podrían tener representación con Juan Jiménez Lara y/o Natalia Parra, los usuarios de drogas tendrían también varios defensores, por ejemplo Lucas Pasos Abadía. Lo mismo vale para la población LGBTI, las víctimas del conflicto, los campesinos, los deportistas,los indígenas e incluso para los militares y los comediantes.

Ahora, no se trata tampoco de que deposite su voto y luego se regocije en la comodidad, como muchos críticos señalan, eso debilita nuestra ya precaria democracia y hace menos posible un mejor entendimiento de la misma, una en la que los ciudadanos discutimos, criticamos, proponemos y ayudamos a ejecutar de manera activa. No visitemos las urnas simplemente para legitimar el poder del gamonal de turno, visitémoslas con el ánimo y la voluntad  para ayudar a cambiar lo que cada uno de nosotros consideramos equivocado. Deberíamos abandonar entonces ese vicio tan humano de tomar las premisas como conclusiones, y solo abrazar una idea cuando sea fruto de una reflexión, y no cuando la anteceda.