jueves, 10 de julio de 2014

La abstención y el vicio de los extremos

La abstención en Colombia ha estado históricamente alrededor del 50 %, sin embargo, en las últimas 3 votaciones, para el Congreso y las dos vueltas presidenciales de este año, ha estado por encima de este porcentaje. En los comicios de marzo para Senado y Cámara se registró una abstención de más del 56%, en la primera vuelta de mayo fue superior al 60% y aunque disminuyó bastante para la segunda vuelta, siguió siendo más de la mitad, 52%. 

Tendencia de la abstención para el Congreso en Colombia entre 1978-2014. 

Ante este fenómeno tan marcado, se dieron todo tipo de opiniones en el país, tanto en la dirección de criticar a todos los abstemios como verdugos de la nación, al dejar en manos de los de siempre las decisiones que se suponen de todos, como en el sentido contrario de alabar la abstención como presunta prueba del fracaso de la democracia electoral. Igualmente, se dieron posiciones intermedias bastante más sensatas que propenden por la búsqueda de las causas de este problema y las maneras más óptimas de solucionarlo. Dicho lo anterior, lo que busco en este pequeño escrito es criticar los dos extremos de opinión que se presentaron, argumentando por qué son fundamentalmente errados.

Lo básico en esta discusión es reconocer que los abstencionistas colombianos lo son por un espectro grande de razones, no solo  por la "indiferencia", "apatía" y "estupidez" que supone un bando; ni solo por el "rechazo", "hartazgo" o "cansancio" de la democracia electoral que supone el otro bando, con sus cuentas tan alegres y convenientes. Para ver lo anterior, basta con ver cómo cambian los porcentajes de una votación a otra, pero hay quienes prefieren acomodar la realidad a sus prejuicios y gritar airados sus falacias non sequitur. Por ejemplo:

"El pueblo no sigue, solo votaron un 39% y de ese 39, solo un 30% voto por la oligarquía criminal agro-exportadora. El pueblo no cree ni en los bandidos ni en los mecanismos que tienen los bandidos, para perpetuarse. Eso es claridad. El sistema electoral, ni el sistema judicial, ni el sistema legislativo, ni el ejecutivo, ha sido y es del pueblo. Es el aparato de poder de la oligarquía lacaya- inglesa- norteamericanaagro-exportadora de tabaco, café y cocaína". 

Una  clara falacia non sequitur, no se sigue la conclusión de la premisa.


Es cierto que hay un porcentaje de abstencionistas que nunca votan porque simplemente no ven  o no comparten la importancia de votar para la vida política del país, y que viven embebidos en sus esferas particulares indiferentes a lo que sucede por fuera de sus burbujas. También es cierto que hay quienes se abstienen por una fuerte convicción política, que aunque respetable, es al menos discutible. En este último grupo ubicamos a muchos anarquistas, comunistas y otras vertientes de la izquierda, e incluso algunos que podrían ser tildados de derechistas. En estos grupos, sin embargo, es evidente la tendencia a adjudicar toda la abstención al rechazo que ellos sienten, por diferentes razones, hacia la democracia electoral (como en el ejemplo citado arriba), así como de su terrible afición de ver al mundo en blanco y negro. Si de ellos dependiera, dirían que mi abuela no vota por ser una lectora consagrada de Marx y compañía. La verdad es que entre estas dos importantes razones para justificar dichos porcentajes, hay otras muchas, que las complementan: el desplazamiento interno en Colombia ( que habría evitado que 300000 personas votaran este año), la desinformación sobre los puestos de votación, el trabajo, el mundial de fútbol, las enfermedades,  la imposibilidad de transportarse hasta el lugar asignado, los viajes imprevistos , y algunas más que quizá se me escapen.

Puede decirse que la misma dicotomía sucede con los votos nulos y en blanco, hay grupos que esperan pacientes sus resultados para adjudicarles como causa sus propios prejuicios y cegarse ante la evidencia de la multiplicidad de factores que conducen a su aparición. Pienso entonces, que sea cual sea nuestra posición personal, debemos investigar bien las causas de los problemas electorales, así como de cualquier otro probema y, si nos interesa o defendemos este sistema, buscar las maneras de solucionarlos; y si por el contrario, estamos en contra de este sistema, mejorar nuestros argumentos, no acomodar los datos a nuestra visión del mundo y proponer alternativas mejores, si es que se piensa que las hay, para la organización de nuestra vida política. Así, quizá, podamos alejar de nuestras mentes la omnipresente trampa que hace caer a los desprevenidos y/o prejuiciosos en el asfixiante y adictivo vicio de los extremos.


1 comentario:

  1. Alejandro, dos comentarios:

    1°) Es importante saber el porcentaje de abstención que conforman esos extremos y el porcentaje que conforman los motivos que expones (y que todos ignoran). Ese dato sería crucial para hablar del tema. Si bien parece obvia la multiplicidad de factores, también es importante tomar en cuenta el porcentaje de abstención que obedece a cada uno. (Jejeje, no pretendo ofrecer una excusa que los extremistas puedan usar, pero no es implausible pensar que los que conocen la multiplicidad de factores podrían considerar los otros factores como no apreciables estadísticamente.)

    2°) Creo que uno que se te escapó, que sería importantísimo, es la poca cultura democrática. Es mejor empezar a reemplazar los adjetivos ("apático", "ignorante") por explicaciones más académicamente relevantes y sintomáticas. De nuevo, carecemos de la estadística que sería vital para estas discusiones (me pregunto: ¿qué están haciendo los sociólogos y los del Icanh?).

    3°) Creo que es justo decir que ambos extremos son, en realidad, dos lados de la misma moneda. La "indiferencia", "apatía" y "estupidez" se pueden relacionar al "rechazo", "hartazgo" y "cansancio".

    ¡Un saludo!








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