[UN GUADUAL QUE RUMORA...]
Un guadual que rumora mientras duerme el plantío;
solitaria en un tronco donde el tumbo hace encaje,
una garza que sueña con las ondas del río.
En sus plumas de raso se abrillanta el rocío;
y después, cuando escruta, maliciosa, el paraje,
alargando su cuello sobre el simple oleaje,
clava, inquieta, los ojos en el fondo sombrío.
Es un pez nacarino que irisándose juega
en la diáfana linfa del remanso callado;
la enemiga acechante los plumones despliega,
con asalto certero del cristal lo arrebata,
y alza el vuelo llevándose en el pico rosado
un estuche de carne guarnecido de plata.
[VIAJERA QUE HACIA EL POLO...]
Viajera que hacia el polo marcó su travesía,
y en pos de la bandada, que la olvidó en el viaje,
aflige con sus remos la inmensidad sombría.
Sin rumbo, ya cansada, prolonga todavía
sus gritos melancólicos en el hostil paisaje;
y luego, por las ráfagas vencido su plumaje,
desciende a las llanuras donde se apaga el día.
Huérfana, sobre el cámbulo florido de la vega,
se arropa con el ala mientras la noche llega.
Y cuando huyendo al triste murmurio de las hojas
de nuevo cruza el éter azul del horizonte,
tiembla ante el sol, que, trágico, desde la sien del monte,
extiende, como un águila, sus grandes alas rojas.
[CANTADORA SENCILLA]
Cantadora sencilla de una gran pesadumbre,
entre ocultos follajes, la paloma torcaz
acongoja la selva con su blanda quejumbre,
picoteando arrayanas y pepitas de agraz.
Arruruúuu... canta viendo la primera vislumbre;
y después, por las tardes, el reflejo fugaz,
en la copa del guáimaro que domina la cumbre
ve llenarse las lomas de silencio y de paz.
Entreabiertas las alas que a la luz tornasola,
se entristece, la pobre, de encontrarse tan sola;
y esponjado el plumaje como leve capuz,
al impulso materno de sus tiernas entrañas,
amorosa se pone a arrullar las montañas...
y se duermen los montes...Y se apaga la luz!
[TORNANDO DE LA ZONA...]
sobre la leve ráfaga de enero,
hoy ante el muro el pajizo alero
empezó a revolar la golondrina.
Trémula, en vano, con el ala endrina
roza las grietas, y, al fulgor postrero,
eleva su reclamo lastimero
en la oquedad de la ventana en ruina.
Punzada por la triste cantilena
vi que la tarde se nubló de pena;
y cuando el ave tras el bien perdido
rasgó el azul del horizonte claro,
contagiada del mismo desamparo
mi alma también atardeció de olvido.
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