martes, 17 de diciembre de 2013

Uruguay y la marihuana

Legalización de la marihuana Foto Getty Images.Como ya muchos sabemos, el pasado martes 10 de diciembre en las horas de la noche, el Senado uruguayo aprobó la idea del presidente José Mujica de pasar a una regulación estatal del cannabis, lo que implica que tanto la producción, como la venta y el consumo de esta planta estarán regulados estatalmente, convirtiéndose así en el primer país en el mundo en regular toda la cadena.

A grandes rasgos,la ley permitiría que los uruguayos mayores de edad  hicieran parte de cualquier eslabón de la cadena (lo que corta de raíz las aspiraciones de muchos de irse para allá) de diversas maneras:


  • Autocultivo: Cada ciudadano podría cultivar hasta 6 plantas y cosechar unos 480 gramos al año.
  • Clubes de cannabis: con un número de socios entre 15 y 45 y no más de 99 plantas por club.
  • Farmacias: todos los uruguayos mayores de 18 años podrán comprar un máximo de 40 gramos por mes, lo cual también es el límite de la tenencia personal.


Cabe recordar, que bajo cualquiera de las modalidades mencionadas anteriormente, el consumidor y/o cultivador debe estar registrado en la base de datos de un instituto nacional creado para dar cumplimiento a esta ley: el Instituto de Regulación y Control del Cannabis ( IRCCA), que dependerá del ministerio de salud.

Foto: LA MÁXIMA DE HOY...El objetivo principal del presidente Mujica, según ha declarado en varias oportunidades, es, principalmente, quitarle poder a los carteles del mercado negro de esta droga, además de tener un mejor control de la salud pública relacionada con ella. Muchos sectores alrededor del mundo han abrazado la idea del ex guerrillero tupamaro y lo han rodeado de un halo de austeridad e incorruptibilidad moral que hace difícil criticarlo, y aunque muchos, entre los que me incluyo, vemos sus ideas como un paso hacia adelante, hay varios aspectos que se me antojan criticables o al menos debatibles:

1. El control estatal: muchos no hemos visto con muy buenos ojos que absolutamente todo lo relacionado con la marihuana deba ser controlado estatalmente, y lo hacemos bajo el argumento de los derechos al libre desarrollo de la personalidad y a la privacidad. Nos cuesta entender por qué, sino hacemos per se daño a nadie, e incluso el daño que nos hacemos a nosotros mismos es inocuo comparado con algunas sustancias legales, deberíamos los consumidores inscribinos en una base de datos que teniendo en cuenta los prejuicios sostenidos incluso por el mismísimo presidente Mujica podrían terminar siendo usados en asuntos menos nobles. El austero tupamaro parece preferir el orden y la decencia moral a la libertad, y solo porque su visión de la planta está también cargada de prejuicios. Sin embargo, todavía existimos los que abogamos por la libertad, y los que pensamos que el estado no debería convertirse en un monstruo paternalista sino que, simplemente, debería educar a sus ciudadanos para que teniendo una buena información al alcance de su mano, tomen, por sí mismos, las decisiones que les parezcan. Esta posición es defendida por eminentes expertos mundiales en el tema como Thomas Zsasz y el genial Antonio Escohotado.

2. El presidente Mujica nunca ha dejado de referirse al cannabis como "plaga", lo que va en contravía incluso de lo que el concepto griego de "pharmakon" implicaba: la dualidad de las drogas, es decir, su capacidad para ser a la vez antídoto y veneno. En vez de esta sensata visión, el "progresista" austral no reconoce ni siquiera uno de los muchos aspectos positivos de la ganjah, tanto en el campo industrial, como médico y recreativo. En este sentido, Mujica mantiene los prejuicios que se ciernen sobre los consumidores y podría contribuir con otro vicio moderno de los estados paternalistas: tratar a todo consumidor como enfermo y no como delincuente. Para algunos, esto se considera un paso adelante, pero para otros es solo otra mentira que podría y ha llevado a algunos malos entendidos. El hecho de que el popular político no pueda ver estos aspectos lo hace parecer ante mis ojos más como un abuelo prejuicioso y regañón - aunque no militarista- que como un progresista libertario.


George Soros3. El otro asunto que ha suscitado bastante polémica es el de la participación de algunos líderes financieros mundiales en el proceso uruguayo, sobretodo la participación del polémico filántropo George Soros a través de su fundación Open Society. Según Soros su idea es ayudar a los experimentos que buscan una apertura en la política de drogas y que puedan ayudar a contribuir a un verdadero respeto por los derechos humanos, derechos que la actual inútil guerra aplasta y/o relega, en sus palabras:"Tenemos que experimentar y Uruguay es uno de los países experimentando". La injerencia de personajes como Soros en el proceso ha suscitado reacciones como la siguiente del senador opositor Pedro Bordaberry: "Antes marchaban con el Che Guevara por la tierra y ahora marchan con Soros y Rockefeller por la marihuana", dijo Bordaberry. "No queremos ni a Soros ni a Rockefeller ni ser  experimento". E incluso, para no olvidar a los frenéticos conspiranoicos que piensan que Monsanto está detrás hasta del negocio de arepas de la esquina, también nombró esta multinacional como posible benefactora indirecta del proceso de regulación, asustando a los desinformados que abundan con uno de los demonios modernos, los transgénicos, un demonio que como los anteriores, no existe como tal sino solo en las opiniones de entusiastas distraídos. 
De lo anterior también se desprende otro miedo, y es el temor a que algunas empresas como las de Soros o Rockefeller, se adueñen del mercado y creen un nuevo mono u oligopolio, es decir, pasaríamos de tener un oligopolio ilegal a uno legal  Esto tendría varias consecuencias positivas, como que la salubridad estaría garantizada como con cualquier otro producto legal, el mercado estaría mejor controlado, los narcos típicos no obtendrían beneficio y los consumidores no tendrían que acudir a personajes y lugares turbios para obtener su placer o su tranquilidad, y, obviamente, traería los perjucios que trae cualquier monopolio. 



Estos son algunos de los temas que ya han desatado algunas polémicas tanto en Uruguay como alrededor del mundo, sin embargo, no quiero decir que sean las únicas cuestiones discutibles, tan solo quiero hacer un llamado para no sacralizar las ideas políticas vengan de donde vengan, y a analizar con sentido crítico las diferentes opciones que tenemos tanto en este como en otros aspectos de nuestras vidas.




jueves, 21 de noviembre de 2013

Lo que no nos dicen los relativistas culturales (3)- Cambios positivos por el diálogo intercultural

Uno de los temas que más generan polémica en el debate sobre el relativismo cultural es la cuestión de cómo zanjar las diferencias entre las comunidades, lo cual lleva a la pregunta de fondo sobre las relaciones históricas entre las diferentes culturas y sobre las posibles soluciones a dichas diferencias que causen problemáticas consideradas como significativas, tanto para los individuos como para los colectivos.


Los relativistas culturales siempre ponen más énfasis en las diferencias que caracterizan los diferentes grupos humanos olvidando conveniente o distraídamente sus semejanzas y puntos de unión. Pero si lo que queremos es lograr que los seres humanos puedan desarrollar sus vidas de manera digna y relativamente libre, debemos buscar los caminos que nos permitan corregir los problemas que aquejan a nuestras sociedades, tanto a la típica sociedad industrial en la que la mayoría de nosotros nos desenvolvemos como en los diferentes ecosistemas donde conviven diversas cantidades de seres humanos que han tenido algún contacto con otras culturas, entre esas nuestra enorme mezcolanza. ¿Cómo advertir los obstáculos que nos impiden vivir estas vidas? ¿Cómo reconocer las diferencias y utilizar los conocimientos adquiridos para el beneficio de la mayoría? ?¿Cómo dejar atrás las tradiciones y costumbres más arraigadas con miras a una reinterpretación de la realidad, a una realidad donde el individuo pueda desarrollarse en autonomía? ¿Basta acaso con anexar todos los pueblos a nuestra bola de nieve hacia el peñasco?

Diferentes autores han elegido el camino sencillo del "cada cultura elige", poniendo algo abstracto como la cultura por encima de la tangibilidad y sufrimiento individual, olvidando que las causas del malestar presente se encuentran al menos parcialmente en las acciones del pasado, y que la inocente oda a la identidad cultural solo genera más división y ceguera que caminos hacia adelante. Otros han proclamado la cuasi perfección de las sociedades occidentales y esperan que todos los demás grupos humanos se anexen a sus hábitos y vicios sin más, continuando de esta manera con el triste proceso de pérdida y aniquilación de los conocimientos acumulados por tantísimos humanos que no fueron escuchados, ya sea por la incapacidad generada por las diferencias lingüísticas o por las barreras culturales, algunas de las cuales cegan cuando iluminan de más, cuando prometen un cielo inexistente para entretener a los muertos. Sin embargo, algunos otros han abogado por la sensata posición de ver a los humanos como iguales y juzgar sus prácticas, rituales e ideas por su contenido y no por sus descubridores y/o defensores, además de buscar las maneras que permitan que las mismas personas que se verían afectadas por los cambios a producir sean las que decidan consensuadamente su futuro. Esta forma de avanzar en los problemas que separan las culturas puede denominarse "diálogo intercultural" y se me antoja una de las mejores opciones al respecto. A continuación, les comparto 4 situaciones en las que esta herramienta ha sido relativamente exitosa:

1.Prohibición de la ablación del clítoris entre los emberas chamíes: Desde el año 2007 se sabe que en Colombia se practica la ablación del clítoris en algunos resguardo de la comunidad Embera chamí, y a partir del caso de una niña muerta por infección después del suceso, se avivó un debate nacional, por una práctica cultural bastante común en Asia y África pero que no había sido reportada con seguridad para el país. Diferentes organizaciones feministas e instituciones gubernamentales, al igual que algunos antropólogos, han estudiado y debatido el fenómeno con miras a darle solución y ya existe una prohibición expresa de la comunidad para realizar una práctica, que según muchos hombres embera arguyen, había permanecido como secreto entre mujeres y parteras, e incluso se sabe que algunas mujeres adultas ni estaban enteradas de la presencia o ausencia de su clítoris. Aunque me parecen rescatables los logros en este campo, y las mismas autoridades indígenas han reconocido en varias ocasiones los derechos violentados con esta tradición ( quizás copiada después de la conquista), no creo que deba usarse como argumento el hecho de que no sea una práctica ancestral original, sino que, como pretendemos todos los antirrelativistas, los humanos debemos enfocarnos en identificar, sin ese tipo de sesgos particularistas, las acciones que afectan nuestro desarrollo como individuos y / o colectivos. (Si quieren informarse más sobre el tema, que aún se encuentra en debate en Colombia, pueden leer este artículo de la antropóloga Raquel González
2. Consumo de carne de tortuga entre indígenas guajiros: Desde hace algunos años, diferentes ONG's y organizaciones ambientales como Conservación Internacional han venido adelantando un diálogo intercultural con los indígenas wayuu que busca reducir el consumo de carne de tortuga caguamma entre ellos. La idea consiste en brindarles alternativas tanto de comida como de empleo para que de esta manera no se vean obligados a usar este recurso y obstruir así los programas de conservación que se vienen adelantando con la especie. En este punto, debemos tener en cuenta que muchas especies se encuentran críticamente amenazadas principalmente por los hábitos de vida de las sociedades masivas y que por tanto no debemos culpar directamente a los demás grupos humanos de las actividades que en otro contexto venían realizando incluso hace siglos, sino que debemos buscar la forma en que , en sincronía, podamos realizar programas en conjunto con miras a la protección de la naturaleza y a la solución de las problemáticas coyunturales.

Panel solar3.Administración de luz eléctrica a algunos indígenas ecuatorianos: En plena selva amazónica del Ecuador, en mutuo acuerdo entre los indígenas shuaras y el gobierno, se decide instalar en sus territorios paneles solares que les permitirían tener luz eléctrica durante las noches, aunque ya tenían antes a través de otra tecnología, esto lo hace más eficiente y menos ruidoso. Mientras algunos bienintencionados indigenistas occidentales pensarían que esto es un atropello contra sus tradiciones y culturas, los indígenas parecen bastante contentos con la tecnología, por una razón en la que muchos románticos relativistas parecen no haber pensado: ahora pueden ver las criaturas de la noche. Una de sus niñas había muerto por un alacrán y no son poco frecuentes las historias sobre las temibles hormigas conga, algunos tipos de serpiente, entre otros peligrosos  e incómodos cotérraneos de la selva. Esto es una muestra más de que la tecnología debería usarse para el bien general y que deben buscarse estrategias para llevar esto a buen término, y  a su vez rechazar las pretensiones de los alienados primitivistas que parecen incapaces de vislumbrar el gran potencial de la tecnología para una vida digna y perfectible.
Piel apergaminada en el glúteo de un indio yanomami

4.Manejo de la enfermedad oncocercosis producido por un tipo de gusano: .La oncocercosis es una enfermedad que ha sido casi que eliminada de todos los rincones de América pero que subsiste en las poblaciones de indios yanomamo en el amazonas. Varios equipos de médicos luchan entonces con las dificultades impuestas por las fronteras abstractas, tanto las espaciales como las culturales para explicar y aplicar los tratamientos correspondientes a los infectados con la enfermedad y poder así erradicarla y mejorar la calidad de vida del continente en general. El diálogo intercultural también ha jugado aquí un papel importante : "“Siempre nos reciben bien, porque con nosotros trabajan agentes yanomami, que hablan su lengua y comparten su cultura. Ellos consiguen que nuestras medicinas sean aceptadas”, apunta. “Los médicos somos aceptados en una jerarquía similar a la de sus chamanes”. Aquí además parece importante señalar la diferencia entre los postulados emic (desde el interior de la cultura) y los etic (objetivos) con respecto al origen de la enfermedad y poder así generar procesos que ayuden a evitarlas o mitigarlas.


Hemos visto entonces que con el diálogo intercultural es posible comunicar nuestras diferencias y falencias, y tratar, al menos, de encontrarle solución. Aunque es cierto que podemos encontrarnos con obstáculos infranqueables temporalmente en algunos casos, se me antoja mucho más útil y pragmática esta posición, y no la distraída comodidad de quienes ven a todo indígena como arcángel y nunca han reflexionado sobre la validez del ya evidente mito del buen salvaje. Sin embargo, es importante también, y es esta una de las principales intenciones de mi escrito, dejar claro que aunque haya comportamientos éticamente criticables en las culturas no industriales, esto no nos debería cegar respecto a nuestros propios errores, y tanto como criticamos sus acciones, tradiciones y creencias, podemos también criticar las nuestras y dejar que ellos también critiquen las nuestras. De todo este proceso quizá salgamos con la conclusión de que las creencias y costumbres de todos los pueblos y culturas son de una u otra manera respuestas a las condiciones específicas que se les han presentado, y que si ahora consideramos que esas acciones ya no son necesarias , podemos ayudar a cambiar las condiciones que las hacen elegibles. No se trata entonces de dejar a los "primitivos" como especímenes de museo que se pudren entre la humedad y la oscuridad, ni tampoco de llevarlos a las ciudades para vestirlos con corbatín y enseñarles etiqueta, sino de construir cada vez más puentes y escenarios que nos permitan dialogar y elegir, de entre toda la mezcolanza cultural que la historia ha hecho de nosotros, las opciones, sin importar su origen, que potencien nuestro desarrollo como individuos y colectivos, y que mantengan la unidad subyacente a la humanidad, que millones de enemigos conscientes e inconscientes siguen tratando de resquebrajar y relegar. 

domingo, 4 de agosto de 2013

Aclaración (in)necesaria 4- El miedo prejuicioso

No todas las bacterias son patógenas, algunas producen tu energía o tu comida, ya sea incrustadas en las hojas de las plantas que comes, o ayudando a las vacas a mascar celulosa.
No todos los virus nos enferman, estando por doquier, tienen otras cosas que hacer, y deberíamos preocuparnos más por conocerlos que por huir de ellos como si pudiéramos.
No todas las serpientes son venenosas, piensa esto antes de poner el machete en su cabeza, y  las que lo son, no nos atacan precisamente para incomodarnos.
No todos los hongos nos envenenan, algunos pueden adornar nuestros platos, darnos cerveza y pan con chocolate, enriquecer nuestras posibilidades tecnológicas e incluso curarnos la miopía en más de un sentido.
No todas las arañas son viudas negras, puedes admirar sus tejidos en vez de destruirlos, observarlas en vez de aplastarlas, dibujarlas en lugar de ignorarlas.
No vienen las polillas a anunciarnos muertos ni los gatos negros a cambiarnos el destino, solo pasan por ahí buscando la luz o disfrutando la riqueza urbana en roedores.
No es para comer todo lo que se mueve, ni para probar todo lo que huele, ni para escapar todo lo que produce sonidos.
No te guíes por la posición taxonómica, la diversidad es abrumadora en todas ellas, y ya se ha aprendido varias veces, en la historia de la tierra, a imitar para engañar, pregúntale a las falsas corales o a las mantis orquídea.
No todos los humanos son "malignos por naturaleza", tenemos un gran espectro de posibilidades, que dependen de muchas condiciones. No caigas en la pesimista e hiperbólica misantropía, pero tampoco en la cándida filántropía.
No todo en la naturaleza es lucha, amplía la metáfora, también hay simbiosis, cooperación y empatía.
No afrontes los paisajes sin prevención, pero no olvides por eso la curiosidad, faltando tanto por explorar y tanto por solucionar, la inacción no se presenta como la mejor opción, y menos cuando puede estar basada en la mala información o en la ignorancia deliberada.
No invoques al típico dios de los huecos, afronta lo desconocido, trata de aprehenderlo, y si no lo logras, camina con la duda, con un escepticismo ponderado.
No creas que la naturaleza está hecha para ti, somos solo una de sus contingentes consecuencias. Por eso, no te convendrá siempre, ni siempre te hará feliz; sin embargo, conocerla sigue siendo la mejor forma de navegar en sus ríos y caminar por sus montañas. Hay que cambiar entonces el miedo por la sensibilidad, la paranoia por la sensatez, la credulidad por el raciocinio. Aquí hemos de vivir, descubramos entonces sus posibilidades y maravillas, sus riesgos y sus secretos, después de todo, son ellos los que nos darán tanto la clave de lo que somos, como las respuestas más plausibles a nuestros obstáculos e interrogantes.



lunes, 29 de julio de 2013

Aclaración (in)necesaria 3: El agnóstico que era



Yo, como muchos otros de los ateos en el mundo, antes de reconocerme como tal me autodenominaba agnóstico. Esto suele suceder porque en el proceso de exploración se suele abordar la pregunta de la presunta existencia de un ser x que de alguna manera infiera sobre nuestra existencia y la del universo en general. Esta actitud es motivada sobretodo por la imposibilidad de negar inexistencias y por mantener una postura abierta frente a las reflexiones de los demás, sin embargo, no significaba que los dioses típicos de los humanos tuvieran una probabilidad alta de ser verdaderos, empezando porque se anulan entre ellos mismos.

Esto lo aclaro porque alguna vez me insinuaron que al considerarme agnóstico,  le debía dar un chance del 50% a la existencia del dios judeocristiano, y pues obvio no, no se lo merece. Me parece que la antropología y la historia dan herramientas suficientes como para afirmar la alta improbabilidad de la existencia de tanta deidad promulgada, sean estas locales o pretendidamente universales, de hecho, esta multiplicidad debería señalar su probable falsedad, pero en vez de esto, por una extraña inversión de la lógica, hace creer a algunos que "algo así debe existir". 

Ahora, dirán que un ser con particularidades similares a sus parodias terrícolas y con una conciencia que brota de la nada , aún podría existir. Y sí, podría, como "podría" hacerlo cualquier personaje de ficción, y eso es innegable. Pero a pesar de esto, me parece pragmático e inteligente, ante la abrumadora ausencia de evidencia y la infinita cantidad de pruebas de fraudes y estafas descaradas, fijar nuestra atención en metas más sensatas y útiles, en vez de preocuparnos tanto por una "explicación" que nada explica, por otra "vuelta del bobo".




sábado, 1 de junio de 2013

Juan José Sebreli : ética y ciencia

Para continuar con la serie iniciada por el articulo de Michael Shermer sobre la relación entre ética y ciencia, les quiero compartir unas páginas del genial libro del argentino Juan José Sebreli El asedio de la modernidad. Crítica del relativismo cultural, del que ya les había compartido un fragmento en la entrada sobre los relativistas y los viejos .

En estas páginas, el estupendo ensayista nos muestra la importancia del conocimiento de la realidad para la elección de unos valores que nos permitirían el cumplimiento de nuestros objetivos, todo esto, usando como plataforma, su certera crítica a las falacias relativistas:

La falacia lógica del relativismo cultural consiste en deducir la validez moral de toda costumbre o tradición por el mero hecho de ser aprobada por determinada cultura, es decir, por el mero hecho de existir; se subordina, de este modo, la ética al poder constituido, o por lo menos al éxito. La falacia consiste en pasar de ser al deber ser, del hecho fáctico, al juicio normativo, falacia que ya había sido denunciada por David Hume - Tratado del entendimiento humano, 1778-, donde se sorprendía de encontrarse con que "en vez de los verbos copulativos entre proposiciones "ser" y "no ser" no hay ninguna proposición que esté enlazada por un "debería" o un "no debería". Este cambio es imperceptible. Sin embargo, tiene una gran importancia porque dado que ese "debería" o "no debería" expresa una nueva relación o afirmación, es necesario que se la observe y se la explique, y al mismo tiempo que se da una razón para algo que nos parece totalmente inconcebible, deberá explicársenos cómo puede ser esta nueva relación una deducción de otras que son totalmente diferentes".
G. E. Moore - Ética, 1912-, por su parte, habla de la "falacia naturalista" que consiste en deducir lógicamente una propiedad no natural, como lo ético, de propiedades naturales que no son éticas en sí mismas.
El realativismo cultural incurre en esta falacia de deducir el juicio normativo del juicio fáctico, el deber ser del ser, al justificar toda norma ética, cualquiera que fuera, por el mero hecho de ser aceptado por la mayoría de una comunidad. Si toda ética está justificada por formar parte de una identidad cultural, el error y la maldad no tienen lugar, y parecería que los hombres hicieran siempre lo que debieran hacer. No hay criterio válido para la oposición ni para la propuesta de una ética alternativa, no se contempla la existencia de algunos de sus miembros que sufren o son oprimidos por las normas vigentes, ni se toma en cuenta a aquellos que quieren distinguir entre lo que es y lo que desearían que fuese. El hombre no es un ser exclusivamente cognoscitivo que dice sólo "esto es así" o "esto es distinto de aquello"; es un ser valorativo que dice "esto es mejor que aquello", esto es justo y aquello es injusto, esto es bello y aquello es feo. El hombre no puede vivir sin expresar y aplicar juicios de valor. Además los valores no son algo dado, que manifiestan lo que somos, sino lo que no somos, lo que queremos ser, lo que buscamos ser, lo que pensamos que debemos ser. Por eso los valores humanos no pueden ser deducidos de las estructuras, pues la acción de los hombres no es una respuesta mecánica a una situación dada, sino que, por el contrario, es un intento de superar esa situación, de romper con las estructuras que lo condicionan.

En última instancia, el relativismo cultural es una actitud conservadora, defiende el statu quo; el concepto de identidad cultural no es compatible ni con la disidencia ni con la crítica. Tanto los estructuralistas como los funcionalistas justifican la organización de las sociedades primitivas sobre la base de una coherencia interna. Los hábitos aparentemente más absurdos tendrían dentro del código con el que se rigen una lógica inflexible, y los actos que parecen crímenes obedecerían  a una estricta ley moral: su función estaría en mantener la estabilidad y el equilibrio del sistema. En nombre de la funcionalidad se justifica, por ejemplo, el infanticidio en sociedades amenazadas por el hambre. Si juzgamos las costumbres, no de acuerdo con un código ético, sino exclusivamente funcional, muchos de los peores crímenes de los que se acusa a Occidente quedarían blanqueados en nombre de la funcionalidad. Nada más funcional, por ejemplo, que la esclavitud de los negros en las colonias americanas, ya que sin ellos hubiera sido imposible, dada la escasa población blanca, el cultivo extensivo. Nada más funcional que la superexplotación de la clase trabajadora, inclusive niños, en la etapa de acumulación primitiva del capitalismo.
El error fundamental del relativismo está en juzgar como criterio de valor la coherencia consigo mismo y prescindir de la coherencia con la realidad exterior; en considerar valioso lo que es vigente dentro de una cultura cuando el verdadero criterio de validez reside en la comparación entre los distintos valores que se dan en diferentes sociedades. De la comparación, de la confrontación - por cierto, rechazada por los relativistas- puede surgir la superioridad de unos códigos morales con respecto a otros, establecerse una jerarquía de valores válida para todos, admitir que ciertos valores son más deseables que otros, la libertad más que la esclavitud, el placer más que el dolor, el conocimiento más que la ignorancia, la belleza más que la fealdad, la verdad más que la mentira. La paz entre los pueblos, la opresión del hombre por el hombre, la igualdad entre los sexos, no pueden reducirse a particularidades de determinadas culturas, y por tanto, relativas; son juicios de valores universales y absolutos. El relativismo cultural, al negarse a comparar cualidades, cae en la antinomia de justificar valores antitéticos, afirmar como igualmente válidos los pares de opuestos. Por ejemplo: los relativistas pueden ser antirracistas en Occidente, denunciar la xenofobia, la discriminación de los inmigrantes y la de los negros en Europa y Estados Unidos. Pero en cambio, su adhesión a  la identidad cultural los lleva a aprobar el racismo antiblanco de los argelinos, el antijudaísmo de los palestinos y de muchos regímenes árabes, el racismo entre tribus africanas negras que termina en guerras sangrientas. Los relativistas pueden ser militantes de la liberación sexual y del feminismo en Occidente, pero al mismo tiempo, en nombre de la identidad cultural, son defensores de los regímenes mahometanos donde, como hemos mostrado, la represión sexual y la subordinación de la mujer están entre sus fundamentos. Paradojalmente, los movimientos juveniles y estudiantiles rebeldes de los años sesenta eran abanderados de la revolución sexual, y al mismo tiempo erigían como modelo de sociedad la Cuba de Castro, la China de Mao, y el Vietnam de Ho-Chi-Min, que se contaban entre los regímenes de esa época más represivos de la sexualidad. Se llega así a la actitud contradictoria de aceptar en las culturas ajenas preferidas, los prejuicios que se denigran en la propia.
El problema que se genera al intentar liberarse del relativismo escéptico está en saber si es posible una ética objetiva, universal e imparcial. Los valores morales no son conocimientos empíricos y demostrables, las normas éticas no son leyes científicas generales establecidas y verificables, implican un determinado significado de la existencia humana y, por lo tanto, pertenecen al campo del conocimiento filosófico y no del científico. Cuando actúa, el hombre no se rige por principios puramente lógicos, sino que elige entre determinados valores. No hay argumento lógico de por qué ha preferido esa actitud y no otra. No obstante, la aproximación entre la convicción moral y la cognoscitiva es deseable: en el caso de encontrarse en una encrucijada, el hombre estará en mejores condiciones de elegir si conoce las consecuencias previsibles que le traerá su decisión, si sabe a dónde, presumiblemente, lo llevará cada uno de los caminos que se bifurcan.
La ciencia se basa en juicios fácticos y no en juicios de valor, y la ética, como sostenían Hume y Moore, no puede deducirse directamente de los hechos, pero al mismo tiempo no es posible establecer una separación total entre unos y otros. El juicio fáctico en ciencias humanas- por ejemplo, el análisis de determinado sistema político- no puede dejar se ser para el investigador que está en contra o a favor de ese sistema, un juicio valorativo. A su vez, los juicios valorativos no pueden prescindir totalmente de los hechos; la lógica y las ciencias nos permiten conocer los medios más adecuados para lograr lo que nos proponemos, y también para saber si lo que nos proponemos es posible o no. Al eliminar las imposibilidades, la ciencia nos dice lo que no debemos hacer aunque no pueda señalarnos lo que debemos hacer; queda una amplia gama de posibilidades, un margen de incertidumbre. Sólo nuestra libertad y nuestra responsabilidad es la que deberá optar sin que ninguna lógica metodológica nos indique una decisión unívoca y certera. No obstante estos juicios de valor pueden estar apuntalados por conocimientos objetivos. La biología genética, la antropología evolucionista, la psicología y la sociología niegan la superioridad de una raza sobre la otra. La biología, la antropología y la historia rechazan la superioridad de un sexo sobre el otro. La paleontología, la antropología, y la historia muestran que la agresividad humana no es innata en el hombre. La psicología infantil de Piaget enseña que el juicio moral no deriva de la autoridad sino del respeto mutuo y de las relaciones de reciprocidad. De estos datos puede concluirse que toda sociedad, toda cultura, por muy antigua y prestigiosa que sea, que practique el racismo, el sexismo, la violencia y el autoritarismo tiene fundamentos objetivamente falsos, su identidad cultural se basa en juicios éticos inferiores. 
Ahora bien, la mayor parte de los datos reales que le son aportados a la ética provienen de las ciencias humanas, y aquí surge otro problema. En éstas, a diferencia de las ciencias naturales, el subjetivismo y la ideología juegan un papel decisivo, ya que el investigador es, al mismo tiempo, el investigado. No obstante, como todo conocimiento, tiene sus medios para autocorregirse: la sociología del conocimiento, y, como una rama de la misma, la teoría de la ideología, iniciada por Marx y continuada por Mannheim, intenta eliminar en lo posible las variables ideológicas, corregir los factores de perturbación. Si sabemos que nuestras ideas morales están condicionadas históricamente por la cultura, la época, el grupo humano o la clase social a la que pertenecemos, hay más posibilidades de independizarnos relativamente de ellas y lograr una mayor objetividad. El peor subjetivista es el que ignora que lo es.
La ética objetiva y universal ha sido una aspiración permanente de los hombres, de los antiguos que buscaban una sabiduría válida de la vida, de los iluministas cuando creían que la "virtud" era "demostrable". Si bien algunas normas morales desaparecen en las transformaciones sociales, otras se mantienen parcialmente o son corregidas, y algunas, en fin, constituyen un acercamiento a una moral universal que se va realizando a medida que se dan las condiciones. La moral kantiana que propone tratar al hombre como un fin y nunca como un medio es, por cierto, irrealizable en una sociedad de clases y de opresión, pero no significa una falsedad, sino el preanuncio de una moral posible y necesaria en el futuro. Tal vez sea un ideal lejano e inaccesible, pero es el que guía el proceso por el cual intentamos llegar a una vida mejor, la pauta por la que podemos superar nuestros juicios de valor equivocados. El progreso de la ética está dado por la realización siempre imperfecta e incompleta por la cual, no obstante, vamos aproximándonos a ese ideal que parece inalcanzable.

Así termina el primer capítulo del mentado libro, con unas páginas que no tienen pierde, y que nos proporcionan un material valiosísimo para reflexionar sobre la ética y su relación con la ciencia,  además de dejar en evidencia una vez más los desprevenidos balbuceos de los relativistas de moda.